LA INCITACIÓN DE UN CAPITULO DESBOCADO - JAH

Desde Venezuela
Fecha: 11/Julio/2016


La Incitación De Un Capitulo Desbocado
Por Jesús Arenas Hernández

“Todo el mundo es infeliz si tiene deudas inmortales”
(Anónimo)

Las fiestas son abundantes y necesarias para mantener a un determinado grupo de exorcistas del mercado global. A tal fin hay que repetirlas con frecuencia, por todos los medios existentes, excitados por la publicidad venenosa desplegada, adosarlas al almanaque diario y desplegarlas como agua desbordada. Nada importa si estas alegrías consumistas manipulan los sentimientos de los desprovistos consumidores, por cuanto lo que interesa es la satisfacción del mercado capitalista. Desde la aurora de su nacimiento el sujeto recibe la andanada bautismal del consumismo. El estigma es gastar lo que no se posea, castrar prioridades para dar la bienvenida al nuevo miembro de la cofradía del consumo.

Genéticamente todos somos consumidores compulsivos; la diferencia estriba en que unos vienen mesurados y otros exagerados. Pero, aunque no contenga en su conciencia esa tara enfermiza de posesión, el camino del adoctrinamiento ya está pavimentado para inducirlo a adorar la rentabilidad como único medio de existencia. La orden emana del dueño absoluto del mercado, que es un monstruo locuaz de millones de tentáculos y millares de cabezas, respaldado por acólitos fanáticos, metalizados e inclementes, mimetizados en los lugares más estratégicos del planeta. Crece la ansiedad y avidez consumista. El sujeto se envenena por dentro de insatisfacciones permanentes, se transforma en un coleccionista de basura prefabricada.

Su existencia mínima de setenta años es insuficiente para colmar el saco de las ambiciones abiertas por la propaganda, la fábrica de esclavos azuzada por los consorcios mercaderes. En ese recorrido inconformista, el mercado lo cosecha porque le ha cegado la conciencia, le ha trastornado la visión de las proporciones y el sentido de las cantidades. El plan orquestado es impedirles crecer como valor y someterlo por la esclavitud del gusto. Los amos del poder de explotación son indiferentes ante esa violencia visceral que envenena hogares y naciones. La ambición de posesión causa distorsiones sociales e inquietudes desiguales. Insertan al humano, el porcentaje, la comisión, la bolsa, el valor de compra, que son, entre otras, escalera infinita de caracol que beneficia el bolsillo del capitalista.

La dictadura del sistema consumista no solo amenaza con destruirnos y saturarnos de chatarras los espacios, sino empujarnos hacia un esnobismo alocado, que agobia, causa frustraciones e incita las pasiones de la glotonería y la propiedad de las inutilidades. Millares de artículos chatarra se acumulan en las estanterías del mercado inconsciente, provenientes de los deseos individuales acumulados, como producto final de una publicidad pervertida. Esperan al adicto, preparado por esa propaganda exorbitante, abrumadora y agresiva. La desproporción de los argumentos elaborados en laboratorios tecnológicos, atosigan con fuerza brutal la resistencia del necesitado, aumentando la perniciosa costumbre de poseerlo todo para estar a tono con la sociedad. Es la maquinaria traga moneda en acción.

Creada la apetencia, el mercado sacia a sus empresarios capitalistas. Convertido el hombre en un simple objeto de consumo que dona sus sudores diarios, frente al horno en su propia cremación. El mercader ha triunfado al imponer la moda, colocar su chucherías y someter al usuario, convirtiéndolo en devoto complaciente de su autodestrucción. Manipulado el humano, cuando surgen incontinencias del mercado, explota en su alma esa violencia previamente inducida por los inmorales de las bolsas, al inyectarles el morbo de las necesidades apremiantes. ¿Con qué autoridad moral pueden las sociedades enfermas de consumo, exigir a los Estados la plenitud de sus anhelos posesivos si no ha logrado controlar sus ambiciones personales?.

El agiotismo internacional regido por los grandes capitales de los países imperiales mantiene su cordón umbilical alrededor del cuello de los pueblos sometidos bajo su dominio asfixiante y explotador. Ninguna palabra sobra para expresar la epidemia  que azota a la humanidad actual bajo un sistema de mercado imperante y degollador. Aquel Dios de la Virtud ha sido desplazado por el Dios del mercado mercantilista en poder del Señor de los Mercados, decorado por el sacrificio de los anillos de miseria que circundan el planeta. Testigos presenciales somos de las rebajas en España y de la exigencia coprófaga de los Fondos Internacionales despiadados e inmisericordes con el hambre de los pueblos.

La solución, aunque lejana, se estrecha cada vez más, no por la piedad de los explotadores de oficio, sino por el cansancio provocado en la naturaleza. A la hora de rendir cuentas, el capitalismo no ha logrado complacer sino individualidades, acrecentar riquezas personales en perjuicio de un colectivo que aún espera su reivindicación. El mercado global ha colocado la bota humillante sobre la cabeza, hundiendo a quienes con menores recursos pretenden competir para sobrevivir. El tamaño del poder oscurece las esperanzas de las naciones en desarrollo y asesina la voluntad soberana de los miserables de la tierra. `Parafraseando al comandante Chávez. “No cambiemos el mundo, cambiemos el sistema”

Pero, tal parece los pueblos domeñados no aprenden. Vemos la cercanía de la desaparición del pudor en las finanzas. Un país potencia tiene en ciernes el posible arribo de un gran cacao del agiotismo: Trump. Sus agudos ojos políticos solo avizora una reanudación de la explotación humana mediante un despectivo trato a los inmigrantes. Su consigna se parece mucho a aquella que escuchamos los venezolanos de cierto personaje empresarial: “especulo pero doy trabajo” otro aforismo mercantilista de aplicar la humillación con propósitos definidos de enriquecimiento fácil. Aunque representan la minoría mundial su poder inmenso subyuga a los pueblos mediante una globalización personalista y descarada.

fundapoder@hotmail.com
Publicación Barómetro
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