MÉXICO: CRIMINALIDAD, VIOLENCIA Y AUTODEFENSAS - OB

25/Abril/2014
Desde Panamá


MÉXICO: CRIMINALIDAD, VIOLENCIA Y AUTODEFENSAS
Olmedo Beluche

Mientras usted no salga del centro o del circuito turístico, México es una ciudad y un país hermosos, con paisajes, arquitectura, multiplicidad cultural, musical, gastronómica, gentes amables, una mezcla de modernidad y herencia milenaria de pueblos y civilizaciones precolombinas. Pero, como está sucediendo en todos nuestros países latinoamericanos, y tal vez en todas las sociedades del siglo XXI, junto a esta cara amable y hermosa convive otra personalidad sombría que pesa como un fardo sobre las clases trabajadoras y populares: marginalidad, pobreza, desempleo, inseguridad, criminalidad, etc. Este dualismo, que ya casi aceptamos como “normal”, tal vez nos advierte que nos mantenemos ante la disyuntiva planteada hace cien años por Rosa Luxemburgo: “socialismo o barbarie”.

Las alarmantes cifras de la violencia

Barbarie, porque junto a los hermosos frutos de la sociedad humana, que en México saltan a la vista por todos lados, convive una violencia de cifras escalofriantes que se abate, particularmente, sobre los suburbios obreros, o en el llamado “México profundo”. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), dio a conocer el año pasado (2013) su Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE). En 2012, se cometieron en la República mexicana 27.7 millones de delitos, o 35.139 delitos por cada 100 mil habitantes.

Según la encuesta del INEGI, en el 32,4% de los hogares mexicanos hubo al menos una víctima de algún tipo de delito, que en números absolutos significa que, en 2012, 10.1 millones de familias fueron víctimas de la delincuencia de una manera u otra. Si en vez de hogares la estimación se hace por personas tenemos que 21,6 millones de mexicanos y mexicanas fueron víctimas de la delincuencia en cualquiera de sus modalidades. “El incremento en la tasa de delitos se debe, en mayor medida, al aumento de de los delitos más frecuentes, tales como robo o asalto en la calle o en el transporte público, la extorsión y el robo total o parcial de vehículo”, dictamina el INEGI.

Si bien las cifras parecen indicar una disminución relativa de los asesinatos, reconocen un aumento en los secuestros (delito que parece haberse puesto “de moda”). En 2012, hubo 105.682 secuestros en México. El principal objetivo de esa modalidad es la extorsión a los familiares de las víctimas. En general, durante el último año de gobierno de Felipe Calderón se denunciaba la desaparición de, al menos, 60.000 personas muchas de ellas inmigrantes centroamericanos en tránsito hacia Estados Unidos. Se comenta que una parte de esas víctimas son abducidas por la trata, mujeres particularmente, y otras conducidas como trabajo esclavo en fincas de algunos hacendados.

Corrupción y complicidad de las autoridades

Es altamente significativo que, en la medida que crece la criminalidad y la inseguridad públicas, crece de manera directamente proporcional la desconfianza en las autoridades. Por ejemplo, de los más de cien mil secuestros producidos en 2012, tan solo se puso denuncia formal en mil trescientos diecisiete casos. De los 27.7 millones de delitos de 2012, sólo hubo denuncias en el 12,2% de los casos, y tan sólo se inició una “averiguación” en el 64,7% de ese porcentaje. En realidad sólo fueron investigados el 7,9% de los delitos, mientras el 92,1% o no se denunciaron, o las autoridades no hicieron nada respecto a las denuncias, según el INEGI. El 62% de los encuestados opinó que acudir a las autoridades era “una pérdida de tiempo”.

La falta de confianza en las autoridades por parte de la gente no sólo se explica por la inoperancia o incapacidad para perseguir a los criminales, lo cual es el enfoque habitual de las instituciones capitalistas, por ende, la solución sería aumentar los presupuestos y el personal. No. La desconfianza frente a las autoridades se debe a la convicción de que prevalece la corrupción e incluso la penetración de las bandas criminales en las entidades llamadas a combatirlo. Cuando la encuesta pregunta por las causas de la inseguridad, el 41,8% culpó al desempleo, el 34,8% a la pobreza, el 32,5% a las drogas, pero el 31,4% culpó a la corrupción, además de “los malos policías”.

La violencia en el campo y las autodefensas

Si esta es la situación general, en el área rural la violencia escala todavía mayor, al igual que la corrupción y la connivencia de las autoridades con los grupos delincuenciales. La detención del “Chapo” Guzmán ha puesto en evidencia la complicidad entre altas autoridades estatales y los jefes del cartel del narcotráfico. El gobierno de Felipe Calderón (2006 – 2012) declaró su “guerra al narcotráfico”, señalando de la penetración de las mafias en las policías estatales y municipales, por lo que recurrió al propio ejército al cual echó a la calle para perseguir a los delincuentes. Sin embargo, el resultado ha sido un aumento exponencial de la violencia sin que haya disminuido el delito, ni mejorado la percepción ciudadana respecto a la corrupción de los organismos de seguridad.

La impunidad de las mafias locales, la corrupción de las autoridades, el hartazgo de parte de la ciudadanía con ser víctima cotidiana de las extorsiones, en particular los propietarios pequeños y medianos del campo, ha dado lugar al nuevo fenómeno denominado las “autodefensas comunitarias”. Estos organismos son una mezcla entre una vieja tradición mexicana de “policía popular o comunitaria” y grupos paramilitares, pero que contrario al caso colombiano, surgen de manera independiente del ejército y no son una reacción contra guerrillas marxistas, sino contra la actuación de las mafias locales que se mueven con plena impunidad y el aval de las autoridades municipales y estatales.

Las autodefensas han surgido en diversos municipios de estados como Guerrero, Morelos, Tamaulipas, Jalisco y, principalmente Michoacán, donde se localizan las más conocidas por sus sangrientos combates contra la mafia denominada “Los Caballeros Templarios”. De Michoacán, municipio de La Ruana, es  el principal referente de las autodefensas: Hipólito Mora. Mora se describe a sí mismo como humilde hombre del campo, dedicado a la ganadería y a la siembra de limón. Pero él, al igual que los otros promotores de las autodefensas, no es un pequeño campesino minifundista o precarista, aunque tampoco es un gran hacendado (más bien estos últimos estarían relacionados con el cacicazgo tradicional que controla los gobiernos locales y las mafias como los templarios). Mora es un propietario de rango medio que contrata peones asalariados.

Mora describe cómo surgieron las autodefensas en su localidad: “Es un cartel asesino (hablando de los Templarios), violento, desalmado que se dedicó al narcotráfico, a asesinar gente, a cobrar cuotas por todo; se dedicaron más a la extorsión porque vieron que eso les dejaba mucho dinero... El mismo gobierno municipal estaba con ellos, pero ya no aguanté” (el problema explota por el control de la comercialización de limones por parte de los Templarios que amenazaba la propia existencia de estos productores).

“Si no lo hago yo, no lo va a hacer nadie, la gente tiene miedo”, le dijo Hipólito a su familia y convocó una asamblea popular. “El pueblo sí acudió. Llego y me paro con tres personas frente a ellos y les digo: señores yo sé que todos estamos en la misma situación, ..., los invito a que saquemos a Los Caballeros Templarios, el que quiera defender a sus familias, sus derechos, hágase a mi lado por favor. Pasaron como 200 ó 300 personas. Y el que tenga armas vamos a las casas a sacarlas. Y así empezamos”, dice Mora.

Sin embargo, si uno compara esta historia narrada por el señor Mora con las fotos de las autodefensas que circulan en los medios de comunicación, se tiene la sospecha de que no está dicho todo, pues resaltan dos hechos en las imágenes: primero, que los cabecillas de las autodefensas no son los campesinos mexicanos típicos de rasgos mestizos o indígenas, sino hombres de tez más bien blanca, lo que en América Latina es indicio de pertenencia a los estratos superiores del campesinado; dos, que no ser armaron con escopetas de cacería, que es el arma habitual entre los campesinos, sino modernos fusiles de asalto.

¿Otra guerra civil en gestación?

Compañeros dirigentes del Frente del Pueblo, preguntados respecto a las autodefensas, explican que su origen principal son los ganaderos, pero que también en algunas localidades pueden ser campesinos pobres autoorganizados, y en otras hasta las propias mafias y delincuentes comunes disfrazados. Sea como sea, la política del gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido la de procurar la cooptación de las autodefensas para meterlas bajo la autoridad de los organismos oficiales de seguridad. Pero  no ha sido fácil, pues la guerra entre autodefensas y mafias continúa.

Recientemente ha sido detenido el propio Hipólito Mora acusado del asesinato de dos templarios que llegaron hasta La Ruana. Esta detención parece parte de la puja del gobierno federal por someter a las autodefensas a su control. Aunque en realidad siembra cierta incertidumbre sobre ese proceso que, como contrapartida, requeriría la liquidación de los Templarios y su influencia sobre el gobierno de Michoacán. Casualmente, uno de los templarios asesinados por las autodefensas en La Ruana, José Torres, se le señala relacionado con la senadora Iris Vianey Mendoza, y con la estructura política de los gobiernos Lázaro Cárdenas Batey y Leonel Godoy (ambos del PRD) a través del tesorero Humberto Suárez López.  En marzo último, también fue destituido y detenido el número dos del gobierno de Michoacán, el secretario de gobierno, Jesús Reyna, acusado por la Procuraduría General de la República de pertenecer a Los Templarios.

Algunas personas a quienes preguntamos por estos sucesos, conocedoras de la historia de México, aseguran que la situación de violencia en el campo se les asemeja a la existente poco antes de estallar la guerra civil a inicios del siglo pasado. Veremos.

Referencias


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